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La Ruta del Paititi


Publicado en:
http://groups.msn.com/ProyectoECIS el 2005 (link actual aquí)
Por varios acontecimientos en vida me involucré en estos temas, conocí casi todas las regiones de Perú pero pocos viajes como el que relataré, me marcó y ayudó mucho a tomar decisiones importantes para mi vida. Voy a obviar lo referente a flora, fauna, la hermandad blanca, Alcir, etc., pues deseo que ustedes (el grupo que prepara la expedición) experimenten el viaje. Particularmente pienso que el Paititi no es material, quiero relatar la experiencia a mi manera, no soy escritor, sólo hablaré con los dedos…

Hace algunos años dejándome llevar por un "no se qué" interior que me susurraba: si no lo haces tú ¿quién lo hará?, si no es ahora ¿cuándo?. A fines del 2002, luego de un viaje de estudios a la Reserva Nacional de Tambopata y estando en Cusco, decidí viajar con mi compañero de la maestría en ecoturismo, Carlos Vásquez, quien a partir de un sueño decidió realizar su tesis: La ruta del Paititi (ojo, solo ruta), fue el primero en optar el grado de Maters of Science en la promoción…
Meses atrás ya habíamos conversado sobre el tema, hasta ese momento no pensaba involucrarme tanto, tenía toda la información. En aquel entonces, pertenecía a un grupo aficionado al fenómeno extraterrestre, además de mi interés por la etnografía, decidí realizar la expedición. Vía e-mail contactamos con la agencia en de viajes Wanamei, empresa de la comunidad nativa de la etnia Harakmbut de Shintuya e hicimos el presupuesto. Particularmente estaba con los bolsillos agujereados, pues en Tambopata se encargaron de exprimirme, yo sólo acompañaría a Carlos hasta Paucartambo (Cusco), pero no fue así…
Entonces, decidimos ahorrar al máximo en aquel viaje, desestimamos las comodidades y partimos una tarde lluviosa de diciembre desde un paradero de camiones de carga, entre cajas de cerveza, gaseosas, cajones de frutas y señoras con polleras. Primero nos dirigimos hacía el sector de San Jerónimo donde subieron algunas personas más, luego ya de noche emprendimos el viaje hacia nuestro destino, Shintuya... no detallaré los pormenores, lo más resaltante del viaje en el que estuvimos en calidad de carga, fue que casi a media noche sacaron el toldo que cubría la tolva del camión, lo cual me sorprendió, pues argumentaron que el polvo se metía y bla bla bla. 
Hasta ese momento pensé que el viaje sería de "bajada" es decir de Cuzco (3200 msnm) hasta la selva baja... pero no contaba que debíamos subir a más de 3550 metros (Abra de Acjanaco), mirador de Tres Cruces, para luego descender a la exuberante selva.
Esa noche fue una de las mas frías de mi vida (la otra fue cuando dormí en otro camión en pleno desierto de Atacama), pues no llevé casaca, gracias al creador, entre la carga viajaba una señora con 21 polleras y una abrigadora chompa de lana de alpaca, como es de suponer, terminé prácticamente durmiendo abrazado de ella, y claro, mi compañero del otro costado. 
Una de las llantas se pinchó pasada la media noche, fue antes de un túnel y hacía mucho frío. Proseguimos el viaje y bueno, cuando quise orinar tuve que usar mi botella de agua mineral Socosani. Finalmente me quedé dormido... hasta que un gran chorro de agua me despertó... fue una cascada que por las lluvias, había incrementado su caudal y como estaba al lado de la carretera, y además el camión despapado... splash!!! fue un efectivo despertador...  
El paisaje de selva alta me hizo olvidar el evento anterior, claro, para que mis ojos puedan disfrutar de aquella vista, debí subir sobre la carga. Llegamos a Kosñipata, en el valle Pilcopata donde desayunamos un guiso a base a tarhui, luego continuamos por Atalaya y cuando cesaron las curvas (selva baja),  luego de cruzar con el camión dos ríos, llegamos a Shintuya después de casi 24 horas (como de Lima a Chachapoyas con pinchada incluida).

Shintuya es una comunidad de la etnia Haramkbut, a la que pertenecía el representante de la agencia de viaje (Mateo), en aquella aldea el alcoholismo es el principal problema (esto es tema para otra tesis), nuestros primeros tres días fueron de trabajo de campo, aprendí a decir "te quiero" en haramkbut (omea`te), hicimos entrevistas y entre ellas al párroco español (quien mencionaba que él en 25 años no había publicado ni un solo libro sobre la zona, sin embargo, pseudos investigadores, viajeros y aventureros están algunos días y publican libros gordos. ¿Quizás una indirecta?), conversación que nos fue bastante útil.
Nos contactaron con el amigo Korisepa, quien sería nuestro acompañante y guía (era hijo de un matshigenga o machigenga y una señora haramkbut) para llegar hasta Pusharo, cerca al Mecanto o puertas de Paititi (olvidé mencionar que el objetivo de la investigación no era llegar a Paititi, sino hacer "la Ruta”...espero se entienda).
El día anterior a la partida visitamos la poza de baños termales que se encuentra cruzando el río Madre de Dios, frente a Shintuya y cerca a una collpa de guacamayos, donde nos aplicamos lodo; me pareció extraño ver una zona termal en la selva... pero bueno, estábamos a los pies de la cordillera de Pantiacolla y el Perú está lleno de zonas termales, aún en selva.
Al día siguiente, partimos muy temprano con nuestro guía (tuvimos que mentir un poco diciendo que iríamos a la Zona Reservada de Amarakaeri... pues la gente es bastante hermética cuando nombras la palabra «Paititi», el guía fue nuestro cómplice), enrumbamos luego de alquilar a Pedro (nativo y capitán de la embarcación), un peke peke, por el río Palotoa... 


Luego de horas de navegación, cuando llegamos al puesto del Irena, Carlos se dio cuenta que olvidó la autorización (pues ingresamos a la zona intangible del Parque Nacional del Manu), entonces, solo quedaba convencer al encargado, que para variar estaba ebrio y no fue tarea difícil. Pero lo peor se vendría al día siguiente. Luego de otras tantas horas de navegación, cuando llegamos a la comunidad matshigenga Palotoa Teparo, donde pasamos la noche y realicé una planificada, pero accidentada sesión de Ayahuasca (ya saben, para esto y para ir a Pusharo se debe estar preparado, al menos dos semanas sin alcohol, sexo, drogas, comidas condimentadas, etc), accidentada porque ese día sin darme cuenta tomé masato.
La sesión es única y personal. Al día siguiente, ya era otro, pues "la madre Ayahuasca" me aperturó la conciencia, aclaró mi "Humanidad", y retiró arquetipos innecesarios de mi ser (es otra historia). Mi despertar fue simbólico pues ese guacamayo que salió volando por la mañana se llevó mis temores y paradigmas. Luego ya era consciente que realmente yo era parte de la naturaleza, fruto del cosmos... y no que la pachamama estaba al servicio de la hombre. Me dieron una misión, desde aquella vez soy otro.
En la comunidad nos volvieron a exigir el permiso del Inrena, y al percatarse que no lo teníamos, se realizó una asamblea comunal para decidir nuestro destino (como en la película La Joya del Nilo)... finalmente nos pidieron 300 soles, y como advertirán estábamos misios, así que solo quedó dejarles casi todos nuestros víveres.
Partimos en el peke peke, y avanzamos tanganeando hasta que el río lo permitió, pues más arriba fue imposible navegar (le llaman tanganear, cuando te ayudas con un palo para avanzar por el río) por la geografía de la zona y después de un naufragio frustrado, sacar el agua del bote, decidimos continuar a pie. Debo mencionar que esos días nuestro alimento se basaba en caldo de pescado (boquichico, que es muy, pero muy espinoso), yuca, plátano, y lo que la naturaleza brindaba.
La caminata se inició desde una simpática playa al medio día, según el guía, caminaríamos por la selva bordeando el río unas tres horas y regresaríamos por la noche hasta donde llegó el bote... pero no fue así.
Caminamos y caminamos, cruzando zonas con vegetación espesa, lugares donde a veces tenías que arrastrarte  para avanzar, cruzamos ríos y riachuelos (está demás mencionar que ningún repelente sirve). Como en la semana pasada en Tambopata, vimos miles de insectos nuevos, miles de árboles nivedosos y ni qué decir de las aves (una locura). Tenía que poner la cámara dentro de dos o tres bolsas para garantizar la impermeabilidad al cruzar los ríos donde a veces no se pisaba fondo, y prácticamente lo cruzabas en diagonal hasta poder sujetarse de la raíz de algún gran árbol que permitía aferrarse y poder subir a tierra.
Finalmente lo que sospeché desde un principio se materializó, nos agarró la noche, el guía parecía medio perdido y era que estaba ebrio, tenía una botella de cañazo escondida, pero eso no fue lo peor, pues cuando decidimos acampar, porque pronto oscurecería, Korisepa manifestó que él no tenia la carpa entre su carga, tampoco Carlos y menos yo. ¿¿Qué hacemos??
En plena selva lluviosa dentro de la zona intangible de Parque Nacional del Manu, sin carpa (aquí se pone en práctica esos cursos de supervivencia que bajas por Internet), improvisamos una -no se cómo llamarla- con unos troncos en “Y” y hojas gigantes como techo y suelo, lo desesperante era que en esa zona no había leña seca, pues era época de lluvia (llovía a cántaros y diariamente), y como el lector puede entender (aparte del hambre), en selva lluviosa hace frío por la noche, más aún cuando estás empapado, y además sin leña seca.
Es así que nos turnamos por la noche para buscar hojas algo secas, de tal manera que se podía mantener el fuego vivo, a mi me tocó el turno des 12 a las 4 am, recuerdo que mientras dormía los sonidos eran indescriptibles y en el estado de vigilia, se convierten en una melodía uniforme, luego me desperté; "algo" del tamaño de una empanada paso caminando por mi cara, nunca quise saber qué fue. 
Al amanecer y aún húmedos, (lleven algo para los hongos) manifestamos nuestra incomodidad al guía, y le encomendamos que explore y halle la zona de Pusharo (pues decía que estábamos cerca). Sin ánimos, y remotas esperanzas, mientras lo esperábamos, las fuerzas nos abandonaban y Carlos quería tirar la toalla, regresar...
Entre el verdor uniforme de la selva, acompañamos al guía hasta la orilla del río y vimos como desaparecía y aparecía cruzándolo... hasta que observamos a lo lejos que pudo sujetarse de una raíz, en ese sector el ancho del río era similar a la avenida "Javier Prado" a la altura del Museo de la Nación, esperamos aproximadamente 15 minutos, mirando entre la maleza, hasta que un silbido del guía al otro lado del río nos decía que algo había hallado, dejamos nuestras cosas, y cruzamos el río. Debo decir que fue bastante trabajoso cruzarlo, a veces lo único que salía del agua era mi mano con mi canguro que contenía la cámara dentro de varias bolsas, finalmente terminamos como "300 metros" río abajo, pues fue imposible cruzar en línea recta, avanzamos hasta donde nos esperaba el guía y nos llevó por la espesura de la selva... 
Nos topamos con un gran armadillo, que tranquilamente caminaba mientras nos miraba sin temor, para Carlos fue un mensaje, y luego de eso, ante nuestros ojos apareció una gran pared de piedra con extrañas figuras labradas, habíamos llegado a Pusharo. Ya se imaginan la emoción, el sentimiento interior que experimentamos, en silencio observamos cerca de dos horas gráfico por gráfico, haciendo hipótesis miles, pero bueno, ese tema lo obviaré. 
Ya con el espíritu más tranquilo, debido a nuestro presupuesto y a la falta de víveres , decidimos regresar lo antes posible a Palotoa Teparo, pero antes, mientras nos alistábamos para dejar nuestro improvisado albergue, sufrimos un ataque de avispas, pues nuestras mochilas tenían un color llamativo.
El retorno amerita otras tantas líneas similares, incluso el avistamiento de un «calato» o posiblemente un integrante de alguna comunidad nativa no contactada, que corría, no supimos porque, solo corrimos... 
Este puede parecer un relato superficial, por el hecho de contar con un guía nativo y lo mágico de muchas coincidencias, entre otras cosas... finalmente lo que uno lleva dentro y experimenta, es de uno mismo. Carlos escribiría un libro en base a la expedición «El Encuetro del Guacamayo Dorado».

Quisiera escribir más, pero estoy esperando una señal, se que llegará. Hay mucho por investigar, la historia de Paititi y los pueblos de la Amazonía, es algo que nunca se va a terminar de escribir, al menos no en esta dimensión.

Christian Riveros Arteaga
(San Ramón, Chanchamayo, enero 2006)


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Comments

YanaPuma said…
Más arriba, fotos del libro "PAITITI: en la bruma de la historia" por el Dr. Carlos Neuenschwander Landa, Arequipa.

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